domingo, 22 de noviembre de 2009

La modernización y la diversidad: Rastros en sociedades subdesarrolladas

Por: Ana Rojas Viñales

Universidad de Chile, Facultad de Ciencias Sociales
Departamento de Sociología
Magíster en Sociología de la Modernización
Teoría de la Modernización II
Prof. Manuel Antonio Garretón


“¿No vivimos en una sociedad mundializada, globalizada, que invade todas las partes de la vida privada y pública de la mayor cantidad de personas? ¿Podremos vivir juntos?… ya vivimos juntos” (Touraine, 1997)1

Vivimos juntos, pero a la vez fusionados y separados como en la “muchedumbre solitaria” y cada vez somos capaces de comunicación[2]. El hecho de que exista diversidad de culturas conviviendo en un mismo espacio geográfico, no garantiza que se respeten las libertades personales de las minorías, así como que estas logren afirmar su identidad y se relacionen con el resto de la sociedad.

Las diferencias de las sociedades combinan diversidad de personalidades y culturas y para que logremos vivir juntos “iguales y diferentes” debemos poner en el centro de nuestras reflexiones al sujeto personal.

La modernidad trae consigo la aparición de muchos riesgos que ponen en peligro la vida, como la convivencia de las personas, porque se refiere a la explotación de los recursos naturales, en forma desmedida muchas veces, y por otro lado, la violación de los derechos y la integridad de los grupos, especialmente las minorías.

En todos los países dentro del proceso de desarrollo, el Estado cumple el papel de agente central del crecimiento[3] y la justicia; sin embargo, este sufre la internacionalización de la economía, teniendo en cuenta que las relaciones con las economías internacionales son una realidad indiscutible, y por otra parte, la fragmentación de las identidades culturales, ya que conviven conjuntamente grupos distintos en ideologías, creencias, culturas y origen.

Para que estos grupos vivan “juntos” se necesita que se busque combinar libertad, para sus prácticas identitarias, siempre que no afecten la integridad de los demás grupos; con la igualdad, los deberes y derechos que garanticen que sean tratados en las mismas condiciones de respeto. El Estado, sin importar el régimen político, debe ser el promotor de la democracia política y la diversidad cultural fundadas en la libertad del sujeto[4].

El “actor” que convive con otros actores “iguales a él”, en o las mismas o distintas condiciones, realizan esfuerzo común para constituirse como sujetos[5]. Estas relaciones no son relaciones sociales corrientes, son relaciones en las cuales se busca constituir mecanismos de negociación e intercambio, no solo en el sentido económico, sino en el sentido social de intercambio de experiencias.


El individuo y el sujeto
“Sujeto, es el actor definido por su capacidad y voluntad de actuar en relación con las ofertas del mercado o el orden del poder comunitario.[6] (Touraine, 1997)

El sujeto[7] no es un alma en el cuerpo o el espíritu de los individuos, sino que es la búsqueda, emprendida por uno mismo, de las condiciones que le permitan ser actor de su propia historia. Y lo que motiva esa búsqueda de la propia historia es el sufrimiento provocado por el desgarramiento y la pérdida de identidad e individuación.

El sujeto es el deseo del individuo de ser un actor. La subjetivación es el deseo de individuación, y ese proceso solo puede desarrollarse si existe una interfaz suficiente entre el mundo de la instrumentalidad y el de la identidad[8].

Así es que la política moderna, en su afirmación central, hizo del hombre, un ciudadano y luego un trabajador. La organización racional de la sociedad debe permitir el libre desarrollo de todas las necesidades; lo individual y lo colectivo deben corresponderse perfectamente[9], para que este sujeto – actor, en la búsqueda de su historia, sea capaz de constituirse a si mismo.

Durkheim y Weber (cit. Touraine) consideraron que la racionalización de la sociedad industrial estaba cargada tanto de peligros como de esperanzas. Tanto los peligros como las esperanzas de la racionalización involucran muy de cerca al sujeto y a la colectividad o grupo en el que se encuentra. La idea de nación dejó de designar la colectividad de los ciudadanos libres, los individuos, para denominar la búsqueda de una identidad colectiva e histórica[10]. Esta identidad de un grupo es la que se conecta con las otras identidades con las que se interactúa diariamente.

El individuo se hace libre, al identificarse con la comunidad de los ciudadanos libres, esta afirmación no aporta ninguna respuesta a las situaciones realmente vividas. La personalidad, en una sociedad que tiende a organizarse a partir del consumo, no tiene principio de integración. La sociedad descansaba sobre la adquisición de imágenes del tiempo y del espacio fuertemente asociadas una a otra, hoy, al contrario, nos vemos cada vez mas privados de espacio y tiempo socialmente definidos[11].

Cada vez resulta menos posible situar a un individuo, primero y luego al sujeto, constituido racionalmente, en una escala de calificación y aún de autoridad, porque lo que lo define mejor es su posición en un mercado, vale decir sus posibilidades de manejar el cambio o al contrario, de ser víctima de él.


El sujeto y la modernización
“La miseria es jerárquica, el smog es democrático” [12] (Beck, 1998)

Dentro de la globalización y la modernización, procesos por los cuales los países transitan obligatoriamente, el orden es reemplazado por el cambio como marco del análisis y la acción social. Este campo de acción estratégica es un conjunto constantemente cambiante de posibilidades, oportunidades y riesgos[13].

Estas formaciones globales en la actualidad tienen un carácter muy diverso, tanto en lo social como en sus órdenes normativos[14]. La modernidad y la globalización traen consigo la aparición de peligros y riesgos vinculados al uso de la tecnología, la ampliación de los conocimientos y la explotación de los recursos naturales. La internacionalización de la tecnología y la información amplía todas las oportunidades de las personas, pero, así también, las expone a situaciones riesgosas y que muchas veces no aseguran el respeto a las individualidades y diferencias culturales e ideológicas.

La especificidad de las prácticas actuales como el caso de la formación del mercado global de capitales, el régimen mundial de comercio y la internacionalización de la producción industrial y de las capacidades que posibilitan estas prácticas.[15] Todo esto, nos arrastra a un ritmo de vida cada vez más acelerado y menos tolerante, en el que aquel que no acepta este movimiento simultaneo y que marea, no puede llegar a formar parte de la sociedad mundial, al contrario, se estanca y se aleja de la convivencia compartida.

Como testigos, sujeto y objeto, que somos, presenciamos una fractura dentro de la modernidad, la cual se desprende de los contornos de la sociedad industrial clásica y acuña una nueva figura, a la que aquí llamamos “sociedad (industrial) del riesgo”[16]. Este riesgo, es lo más democrático que podemos conocer, está igualmente distribuido para todos, sin importar la clase social o el origen étnico.

En la modernidad avanzada, la producción social de riqueza va acompañada sistemáticamente por la producción social del riesgo.[17] La idea de desarrollo que solo abarca el aspecto económico del crecimiento necesariamente conlleva la explotación de los recursos y la naturaleza, degradándolos y, consciente o inconscientemente, producción industrial está acompañada de un universalismo de los peligros, independientemente de los lugares de su producción.[18] Esta es la idea más democrática de la que estamos próximos, “el modelo de reparto de los riesgos de la modernización: éstos poseen una tendencia inmanente a la globalización”.


La modernización y la naturaleza
“La sociedad del riesgo es una sociedad de las catástrofe”[19] (Beck, 1998)

“La naturaleza ya no puede ser pensada sin la sociedad y la sociedad ya no puede ser pensada sin la naturaleza”. La transformación de las amenazas civilizatorias de la naturaleza en amenazas sociales, económicas y políticas del sistema es el desafío real del presente y del futuro que justifica el concepto de sociedad de riesgo.[20]

Se debe considerar que los problemas del medio ambiente ya no son problemas del entorno, sino problemas sociales, problemas del ser humano, del sujeto con su historia, condiciones de vida, referencia al mundo y a la realidad[21] en la que se desenvuelve. El ordenamiento económico, cultural y político, la modernidad avanzada tiene como consecuencia central que la sociedad con todos sus sistemas parciales (economía, familia, política y cultura) ya no se puede comprender de una manera autónoma respecto de la naturaleza.


El sujeto y las sociedades diversificadas
El actor deja de ser social, se vuelca sobre sí mismo y, se define por lo que es y ya no por lo que hace[22]. (Touraine, 1997)

Cuando la actividad económica se globaliza, contribuye a la formación de nuevos órdenes institucionales, reforma los órdenes existentes, mediante las prácticas de los actores económicos globales (empresas, mercados internacionales).[23]

El crecimiento de los mercados globales financieros y de servicios especializados, la necesidad de las redes transnacionales de servicios debido al importante aumento de las inversiones internacionales y la reducción en las funciones estatales para la regulación de la actividad económica internacional.[24]

El crecimiento de las redes transfronterizas entre las ciudades globales se da en una gran variedad de esferas: la política, la cultural, social y la penal. Estas formas de articulación extra estatal presentan múltiples referentes empíricos divididos en distintos componentes, en los económicos el aumento de la cantidad de fusiones y adquisiciones internacionales, se detecta la proliferación de circuitos globales para actividades económicas especializadas.[25]

La globalización económica no se limita a los movimientos transfronterizos de capitales que son destacados en enfoques sobre inversiones y el comercio internacional.[26] También son importantes la movilización de los recursos humanos y la capacitación y especialización de los mismos, como también la fuga de cerebros y la migración de mano de obra menos calificada de los países pobres, hacia los países que pueden presentar mejores perspectivas de vida.

La inversión extranjera y los flujos de capitales presentan una clara tendencia a la dispersión geográfica.[27] Así es que como vemos mencionado, el movimiento de la mano de obra, tanto la mas como la menos calificada, se mueven geográficamente, buscando mejores oportunidades de vida, en términos económicos, lo que no siempre se traduce en mejores y más tranquilas condiciones de vida, social y culturalmente hablando.

La expansión de los mercados globales de capitales y servicios especializados, así como el incremento de las inversiones internacionales, ha contribuido a una ampliación de las funciones de control y el aumento en la demanda de servicios especializados para las empresas.[28] Pero, según Skocpol (cit. en Sassen) el Estado sigue siendo el principal titular de la autoridad legítima en los espacios territoriales de la nación. Por lo tanto la facultad del Estado de realizar ciertas tareas específicas – como controlar la inflación o ejecutar las obligaciones contractuales – constituye el mecanismo de control en el sistema económico.[29]

Es así, que aun cuando se expandan los mercados de capital y de servicios, en el centro de la discusión sobre la modernización, todavía se encuentra la importancia de respetar los derechos de los individuos, del sujeto, como actor de todos los procesos.

El crecimiento de cada país, está directamente relacionado con su inserción internacional.[30] En el contexto de la globalización, para que un sector sea rentable, deberá participar en un nueva estructura organizacional, como una mezcla de competencia oligopólica (pocos oferentes en un sector industrial o comercial), redes globales de cooperación entre transnacionales y entre estas empresas y el Estado, quien en definitiva promueve y financia los proyectos para la innovación, orientada particularmente al rubro de la defensa.[31]


Los medios de comunicación y el sujeto
“Lo contrario de la felicidad, la infelicidad, se nos impone con la misma fuerza”[32] (Touraine, 1997)

Los medios de comunicación internacionales crean o amplifican movimientos de opinión que se alejan cada vez más y más de los movimientos sociales, y en los cuales unos grupos reales, embarcados en conflictos directos, pueden medir a cada instante los costos y los beneficios de una acción colectiva[33]. Este tipo de acción colectiva, es siempre el resultado de un consenso o pacto entre los sujetos, actores de su propia historia.

Una sociedad mundial sin estado, a riesgos, amenazas, desventuras presentados fuera de todo contexto social o político concreto[34], se presenta en la disociación de la economía y las culturas que conduce o bien a la reducción del actor a la lógica de la economía globalizada, al triunfo de una cultura global o bien a la reconstrucción de identidades no sociales, fundadas sobre pertenencias culturales y ya no sobre roles sociales[35].

Los medios de comunicación son precisamente los reproductores tanto de las desigualdades entre sujetos, como entre colectividades; y también, son los responsables de que las tecnologías de información y comunicación lleguen a los lugares más inhóspitos del mundo.

Un ejemplo claro es que, cuanto más se ensancha la cobertura de internet, la conectividad, en los países en vías de desarrollo, como en los subdesarrollados, más rápidamente van imitándose las características, modo de vida y hasta los vicios de los países desarrollados. El sujeto va convirtiéndose en un ser consumista e imitador de costumbres.

El proceso de desarrollo económico tiene un estado inicial y uno final, por lo tanto, la sociedad actual es una sociedad en transición, de una sociedad tradicional a una desarrollada, tomando como modelo a los países desarrollados.[36] Es aquí, donde los medios de comunicación juegan el papel crucial de dar a conocer las experiencias de los países desarrollados y que los subdesarrollados, como los en vías de desarrollo apliquen sus estrategias, ajustándolas a sus propias realidades e idiosincrasias.


Conclusiones

“El poder de mercado de cada empresa (también de un país) depende del lugar que ella ocupa en la cadena de valor de la producción (de la economía mundial globalizada) y de su capacidad de innovación”[37] (Calderón, 2003)

Al principio de la historia, aprendimos a pensar nuestra historia en términos políticos, luego la interpretamos a la luz de la economía y las relaciones sociales de producción, ahora tenemos que analizarla y construirla en términos culturales.[38]

La idea de sujeto tiene sus raíces en la experiencia vivida, en aquello que identifica a un individuo como sujeto, constituido y constructor de sí mismo. Está constantemente presente como una fuerza o, al contrario, como una ausencia, cuando uno se siente privado de sí mismo, no amado, no comprendido.[39]

Para responder a la pregunta ¿cómo podemos vivir juntos?, necesita ser analizada desde el punto de cómo podría combinarse la igualdad y la diversidad, buscando la manera en que la asociación de la “democracia política y la diversidad cultural” estén fundadas en el principio de la libertad del Sujeto[40].

No hay sociedad multicultural posible sin el recurso a un principio universalista que permita la comunicación entre individuos y grupos social y culturalmente diferentes y ese es el llamado a libre construcción de la vida personal ya que no impone ninguna forma de organización social y prácticas culturales[41].

El hecho de “vivir juntos, iguales y diferentes” implica que se deben reconciliar la razón y las culturas, la igualdad y las diferencias en cada proyecto de vida individual y colectiva. Esta recomposición del mundo se efectúa en cada uno de nosotros a través de dos operaciones complementarias: la rememoración y el distanciamiento.

La rememoración hace volver al campo de nuestra experiencia lo ausente, expulsado o degradado, aquello que fue censurado por infantil o primitivo a los ojos de la civilización técnica, o lo clasificado como utópico o dominante por los dominados[42], buscando la manera de revivirlos, obteniendo de estos, lo que sería útil para la convivencia con los otros grupos diferentes, al que pertenecemos.

El distanciamiento se refiere a la capacidad de los grupos de defender sus particularidades, combinándolas con las de los otros grupos, conviviendo dentro de una sociedad moderna y globalizada, donde cada uno forma parte de la gran “mezcla” que hace que se enriquezcan unos a otros.

En un mundo atravesado por intercambios culturales intensos, no hay democracia sin reconocimiento de la diversidad entre las culturas y las relaciones de dominación entre ellas. Hay dos elementos importantes: reconocer la diversidad de las culturas y la existencia de una dominación cultural. Separados el uno del otro, los dos aspectos de la concepción multiculturalista se deforman, ya que lucha de minorías culturales puede llevar a comunitarización y volverían a subordinarse y el reconocimiento de diversidad puede llevar a autosegregación de culturas en sí misma[43].

Entre los otros aspectos del multiculturalismo debe reconocerse que las relaciones de dominación están presentes. Principalmente, son las minorías quienes sienten necesidad de independencia. Por ello decir que la diversidad es de por sí riqueza social sin profundizar en que no todos los grupos o países son autónomos o libres es superficial[44].

Cabe señalar durante el mismo periodo, el de la modernización, la jerarquía alcanzada por los países desarrollados y sus empresas, en las estructuras de poder dentro de los nuevos sistemas de organización de la producción y el comercio, se debe básicamente al intenso aprendizaje focalizado en la formación profesional y a la absorción activa de tecnología. Esto es precisamente lo que contrasta con la carencia observada en América Latina, y que contribuye a los bajos índices de productividad, competitividad internacional y volatilidad de crecimiento[45], además de otros rasgos de subdesarrollo y atraso.

La literatura explora que hay diferencias en la manera como cada país gestiona su inserción en la economía global, tales diferencias dependen de un conjunto de capacidades que pueden facilitar o dificultar una gestión del proceso en función de objetivos de equidad.[46] Sumado a las propias características y a la identidad de cada sociedad, dentro de la “economía mundo capitalista” (Wallerstein).

Hasta ahora, en algunos países y sociedades, prevale la concepción que no se pueden considerar legítimos aquellos “derechos” que el Estado y la economía no podían satisfacer.[47] Estos aspectos solo hacen que se vuelva aun más peligroso asumir que los temas de la modernidad, hoy, se refieren a la distribución de los riesgos en la sociedad.[48]

Por último, “la ciencia, puede y debe tener una función emancipadora para los países subdesarrollados. La realización de esta posibilidad depende de su capacidad de integrar los objetivos empíricos, teóricos y prácticos del conocimiento”[49]


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